Es fácil ponerse hablar porque todos tenemos algo que decir, pero es difícil conseguir que los demás nos escuchen y estén de acuerdo. En ningún tema se discute tanto, ni las opiniones se enfrentan y se superponen una y otra vez como cuando se trata del tema moral, pareciese ser el más opinable, el tema donde cada uno puede y debe tener su propia opinión, y ninguna puede imponerse. Así mismo, cuando se cree que haya acciones en sí mismas injustas y malas, cuando se afirma que es sólo nuestro modo de usarlas el que da su sentido a las calificaciones morales, cuando se mantiene que sólo es justo y bueno lo que llamamos “justo” y “bueno”, entonces nos encontramos rodeados de una moral o ética relativa.
El relativismo moral plantea la reivindicación del derecho de los individuos a fijar sus propias reglas sin límite ni medida. Quien no acepta esto rechaza la democracia y la tolerancia, de esta manera se señalaría que existe un nexo indisoluble entre el relativismo y la democracia, debido a que se piensa que es un componente fundamental de la convivencia humana para lograr un régimen democrático. Se mezclan ideas diversas en un discurso contradictorio, pues se niegan los principios que rigen la conducta humana y que fundamentan la dignidad de la persona. El relativismo reafirma el necesario “respeto” que nos merece el otro, quien es diferente justamente porque sostiene puntos de vista que no son los nuestros, pero no es respeto lo que se emplea sino tolerancia y permisividad. El tolerante sostiene: creo firmemente en mi verdad, pero también creo que debo respetar la de los demás, esto desemboca graves consecuencias, las cuales vamos a detallar a continuación.
Una moral o ética relativa acarrean las siguientes consecuencias: En primer lugar, se niega la posibilidad de conocer y saber en qué consiste la naturaleza humana y mucho menos, dilucidar si es algo estable e inmutable. Se cae en un error al pensar algo así, debido a que si es posible saber racionalmente y de un modo simplemente natural, qué es la naturaleza humana. El hombre como ser racional y libre, con una serie de exigencias naturales, tales como la vida, la integridad, la educación, etc. que le son debidas por la naturaleza que ostenta.
En segundo lugar, una moral relativa origina la negación de la existencia de principios universales evidentes que rigen la conducta humana en todo tiempo y en todo lugar, de principios más fuertes que toda ley que los contradiga, estos principios se llaman Derecho Natural. El primerísimo de ellos es: “se debe hacer el bien y evitar el mal” y los derivados de este, el derecho a la vida, a la procreación y a la búsqueda de la verdad, entre otros. La Ley Natural no es una opinión, una creencia religiosa, una posición ideológica, es un imperativo que surge de la misma naturaleza de las cosas, con la cual se estrellan las distintas leyes injustas promulgadas.
En tercer lugar, la influencia de una moral o ética relativa conlleva a la promulgación de leyes simplemente para llevar a cabo los requerimientos e intereses de las mayorías o minorías según sea el caso, sin considerar que éstas sean injustas y permisivas. La permisividad significa que uno ya no tiene prohibiciones, ni territorios vedados, ni impedimentos que lo frenen, ella se sustenta sobre una tolerancia total, que considera todo valido y licito, con tal de que a cada uno le parezca bien. Lo correcto es que toda ley reúna los tres valores del derecho: el bien común, justicia y seguridad jurídica, es decir, que la ley no sea hoy y en este lugar interpretada y aplicada de una manera, y mañana y en otro lugar, de otra. Así mismo, las leyes jurídicas deben estar fundadas en el principio de considerar a la humanidad como fin en sí misma y cuando se ordena algo que es contrario a este principio nos hallaríamos delante de una ley injusta que puede y debe desobedecerse.
Considero como una locura quien pretenda legalizar el aborto argumentando que un feto no es un ser humano y por tanto no tiene derechos, que tan sólo es una parte del cuerpo de la madre y que ella es la indicada para decidir qué hacer con él, otras veces, se alega que el feto presenta malformaciones y que tendrá una vida infeliz y será una carga, no importa que clase de excusas se tengan, el aborto no deja de ser un asesinato; en cuanto a la eutanasia, también conocida como muerte dulce, para evitar sufrimientos y morir rápidamente inyectando una sustancia letal o no administrando suero o alguna otra medicación básica, no es más que matar a una persona alegando una finalidad “buena”; la congelación y descongelación de embriones y la utilización de células madre provenientes de embriones humanos, por su parte, no son más que la instrumentalización de realidades personales sólo como medios para alcanzar un fin haciéndolos legítimos porque están en una ley, no por ello dejarán de ser un proceder injusto, seguirán siendo contrarios a la naturaleza del hombre, y sobre todo porque no son cuestiones relativas, ni opinables, ni mucho menos están sujetos a consideraciones interesadas.
Y por último, la influencia de una ética relativa obstaculiza la obtención del bien común. Pero ¿en qué consiste el bien común? Se trata del inmenso conjunto de bienes materiales y espirituales que forman el patrimonio de una sociedad, tales como, su geografía, sus paisajes, sus aguas, sus riquezas naturales, su nivel de vida, su capacidad de producción, su patrimonio artístico, su lenguaje, sus costumbres, su folclore, el orden público, etc. y también forma parte del bien común el que esté bien repartido. El bien común no se puede lograr espontáneamente, ni tampoco aportando lo que a cada uno le gusta, le apetece o se le ocurra, al contrario cada miembro de la sociedad debe contribuir conscientemente para conseguirlo.
En conclusión, el relativismo moral termina por alejarnos de las exigencias naturales a las que todo hombre libre y digno les son debidas por naturaleza, pero a las que siempre se tiene que retornar. No es aceptable reconocer como derecho aquellas leyes injustas porque lo injusto permanece injusto, así sea promulgado bajo la apariencia de una ley, que luego termina por estrellarse contra los principios universales surgidos de la propia condición humana.
La moral es el arte de vivir como un ser humano, en cambio, la moral relativa cambia según la persona, nos da la sensación de que es inestable y provisional, de que las preferencias, los gustos, los intereses y puntos de vista la conforman, y hacen de la realidad algo opinable.
No debemos olvidar que ante la permisividad, que tiene por eslogan la frase: “todo vale”, es necesario perseguir y apostar por los valores inmutables que dan trascendencia al hombre y que deben plasmarse en nuestras leyes. Además, el único camino a la convivencia real es promover la interacción, respetar los derechos fundamentales basados en la dignidad de la persona y la búsqueda del bien común para así superar el relativismo moral que nos acecha.
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